El cáncer de mama es el más diagnosticado del mundo. En las mujeres representa hasta el 30% de los cánceres de cualquier tipo, siendo además una de las enfermedades más comunes en la mujer, mientras que los hombres suman el 1% de los casos totales diagnosticados y, de estos, el 15-20 % tienen un componente hereditario que permite un diagnóstico precoz.
Una de cada ocho mujeres puede desarrollar cáncer de mama, siendo la probabilidad mayor entre los 45 y 65 años de edad. Si bien, gracias a campañas de detección precoz y a la utilización de técnicas de diagnóstico y tratamiento personalizado que las instituciones sanitarias promueven, el pronóstico de esta patología ha mejorado mucho en los últimos años.
En este post queremos reforzar un aspecto importante: el papel que tiene la inmunidad en todo este proceso y la importancia de cuidar del sistema inmune asumiendo un mayor protagonismo en esta tarea.
El rol del sistema inmunitario en el cáncer de mama
El estado funcional del sistema inmunitario tiene un rol muy importante en la prevención, el desarrollo y la aparición de recurrencias en el cáncer de mama. Dos aspectos son cruciales cuando hablamos de sistema inmune y cáncer.
Por una parte, el sistema inmune es el vigilante de la salud celular. Cuenta con funciones efectoras o de defensa que se encargan de la limpieza y destrucción de células tumorales. Entre ellas, se encuentran moléculas y células especializadas en la destrucción de patógenos, células anormales y células tumorales (que han desarrollado ciertas características distintivas que les permiten proliferar de forma incontrolada), como por ejemplo las células NK y los linfocitos TCD8+ citotóxicos.
Sin embargo, también cuenta con mecanismos que promueven la tolerancia (o retorno al equilibrio) tras una reacción defensiva. Es decir, “apagan” estas reacciones. Por ejemplo, este es el rol de los linfocitos Treguladores, lo que los hace muy importantes en evitar, por ejemplo, el desarrollo de enfermedades autoinmunes. Así mismo, hay evidencias que sugieren que, en el cáncer, la función de estas células sería potenciada. Esto favorece el escape de las células tumorales al control del sistema inmunitario. Así pues, la manera en que se regula el sistema inmunitario y sus distintos elementos, es determinante en el desarrollo de un cáncer de mama. De allí el interés creciente de las estrategias de inmunoterapia.
Por otra parte, cabe destacar que el sistema inmunitario es el sistema fisiológico sobre el que recae una importante colección de los efectos adversos de las terapias anticancerosas, como la quimioterapia o la radioterapia. Estos tratamientos, importantes en la eliminación de las células cancerígenas, también tienen un impacto sobre las células sanas como los linfocitos, células de la inmunidad. Además actúan como inmunosupresores, lo que se relaciona, por ejemplo, con la susceptibilidad aumentada a infecciones de pacientes bajo estos tratamientos.
¿Cómo cuidar del sistema inmunitario en el cáncer de mama?
Como patología multifactorial y de la que aún seguimos aprendiendo, no existe una estrategia única para el tratamiento del cáncer de mama, y tampoco será exactamente la misma para cada paciente. La combinación sinérgica de distintos tratamientos, junto con la implementación de medidas y gestos sencillos de autocuidado en el día a día puede ayudar a mejorar la evolución de esta enfermedad y aliviar su carga física y emocional. A continuación, se describen algunas medidas de autocuidado y enfoques terapéuticos destinados a apoyar la funcionalidad del sistema inmunitario, que pueden combinarse a las terapias antitumorales que se pongan en marcha.
- Promover una dieta sana y equilibrada. durante el tratamiento, es mucho más importante de lo que parece. Entendemos por ello, entre otros, alejarse del consumo de azúcares, sobre todo los refinados, que por el contrario son un alimento para las células tumorales. El cuerpo necesita alimento y energía para recuperarse, por lo que favorecer alimentos frescos, bajos en grasa, y ricos en nutrientes, es imprescindible. También lo es para el sistema inmunitario, cuyas funciones necesitan también de la disponibilidad de oligoelementos y vitaminas, como por ejemplo la vitamina C y D.
- El ejercicio, si bien, practicado de forma moderada y continua, favorece un sistema inmune sano. En el estudio de Igor L. Gomes-Santos se demostró concretamente sus efectos en el cáncer de mama: e vio como el ejercicio retrasa el crecimiento tumoral impulsando la infiltración de células T CD8+ con función efectora mejorada.
- Reducir el estrés es asimismo una medida importante. El estrés disminuye las capacidades efectoras de la inmunidad, y por tanto favorece una menor lucha antitumoral. Los pacientes bajo tratamientos antitumorales suelen estar sometidos a un importante estrés emocional, por lo que puede ser recomendable la utilización y promoción de técnicas de relajación, o el apoyo psicológico.
- Utilizar terapias de apoyo inmunitario puede ser también un enfoque de interés, dentro del marco de una estrategia global. La microinmunoterapia, por ejemplo, es un tratamiento dirigido a apoyar la inmunidad y favorecer su buen funcionamiento. Con el apoyo de un profesional sanitario formado en el campo, en un cáncer de mama puede ofrecer ayuda a distintos niveles. Por ejemplo, como apoyo inmunitario durante las terapias oncológicas, sin perjuicio de funcionamiento, con el objetivo de minimizar los efectos secundarios y mejorar el estado global de los pacientes. También puede ser de interés para hacer frente a factores ambientales que se conoce están implicados en el desarrollo de ciertos cánceres. Por ejemplo, se describe cada vez más el rol que tienen ciertos patógenos, como el virus de Epstein-Barr en el desarrollo de algunos tipos de cáncer. El virus de Epstein-Barr (causante de la mononucleosis infecciosa) no se elimina del cuerpo una vez que ha infectado, permanece latente en el organismo bajo control del sistema inmunitario.
Otras medidas de autocuidado, como promover un sueño de calidad, evitar factores de riesgo, como el tabaco, el alcohol o la exposición a ciertos tóxicos y contaminantes ambientales, prestar especial atención al uso de ciertos tratamientos hormonales, así como mantener en la medida de lo posible una actitud positiva y activa en la lucha contra el cáncer, son también gestos que están en nuestra mano y pueden mejorar la evolución de esta enfermedad.
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