Investigaciones realizadas en personas centenarias han demostrado que el sistema inmunitario juega un papel fundamental en la salud y el envejecimiento de los seres humanos. Así pues, las personas de edad avanzada que habían conservado una función optima de su sistema inmunológico disponían, a la vez, de un mejor estado físico y mental1.
Asociados al proceso de envejecimiento, se dan toda una serie de cambios naturales en el organismo que afectan, entre otros, al sistema inmunitario. Este proceso complejo en el que algunas funciones inmunitarias aumentan y otras se deterioran se conoce como la inmunosenescencia. Ejemplos de ello podrían ser alteraciones en la funcionalidad de algunas células inmunes, una mayor dificultad para reconocer nuevos antígenos así como un aumento o disminución en la producción de ciertas citoquinas. Por ejemplo, se observa un aumento de citoquinas proinflamatorias2.
Factores que influyen en el envejecimiento
Al igual que los animales, la longevidad está influenciada por nuestros genes, el medio ambiente y factores aleatorios, muchos de los cuáles aún se desconocen. Uno de ellos es el estrés crónico. El estrés tiene un impacto directo sobre la función inmunitaria y por ende puede afectar al proceso de envejecimiento3. Por ejemplo, puede reducir la actividad de una proteína llamada telomerasa, lo que se relaciona con el acortamiento de los telómeros. Los telómeros son los escudos que protegen la integridad del ADN. Con cada división celular se acortan, por lo que funcionan como un reloj biológico y marca el número de divisiones que harán las células de nuestros órganos. Estas células al acortarse, inducen el envejecimiento de la célula4, por lo que morirán cuando los telómeros sean demasiado cortos, ya que no serán capaces de dividirse más.
Otros factores como la falta de ejercicio o la mala alimentación, también pueden acelerar el proceso de envejecimiento, alterando las funciones del sistema inmune.
Además, el envejecimiento puede acelerarse por factores externos, como el estrés crónico, infecciones virales latentes (como el citomegalovirus) e inflamación. Este último factor se ve incrementado con la edad hasta llegar a ser crónico, proceso conocido como “inflammaging”. Todos estos factores alteran a nuestro sistema inmune, llevándolo al envejecimiento o inmunosenescencia.
Un sistema inmune que envejece cada vez es menos funcional, pierde la capacidad de adaptarse a los cambios ambientales y nos hace más susceptibles a enfermar. Por ejemplo, un efecto de la inmunosensecencia es la bajada de linfocitos T CD82, aquellos que nos protegen frente a infecciones, por lo que es común que las personas mayores sean más susceptibles a estas.
En consecuencia de todo ello, aumenta la susceptibilidad de las personas mayores a padecer enfermedades infecciosas recurrentes, enfermedades relacionadas con procesos inflamatorios (por ejemplo artrosis, artritis, etc.), patologías autoinmunes, procesos oncológicos…
Microinmunoterapia: una respuesta inmunitaria eficaz durante el envejecimiento
La microinmunoterapia puede utilizarse para tratar aquellas enfermedades que tienen asociadas disfunciones del sistema inmunitario, ayudando a regular y estabilizar los parámetros alterados por el estrés y el proceso de envejecimiento. De hecho, proporciona una acción a diferentes niveles, ya que tiene objetivos múltiples:
- Mejorar la respuesta inmunitaria.
- Contrarrestar los efectos proinflamatorios.
- Modular la actividad de la telomerasa.
- Aumentar la capacidad antitumoral del organismo.
Bibliografía
- De la Fuente M. The Immune System as a Marker of Health and Longevity. Antiaging Journal. 2005.
- Sansoni P et al. The immune system in extreme longevity. Exp Gerontol. 2008 Feb;43(2):61-5.
- Bauer ME. Chronic stress and immunosenescence: a review. Neuroimmunomodulation. 2008;15(4-6):241-50.
- Epel ES et. al. Accelerated telomere shortening in response to life stress. Proc Natl Acad Sci U S A. 2004 Dec 7;101(49):17312-5.